TAMBIÉN EN el mismo libro se recoge esta declaración de Mercury:
«Crazy Little Thing Called Love» la escribí en la bañera. La escribí en unos cinco o diez minutos. En el estudio la toqué con la guitarra, la cual tampoco toco como para volverse loco, y en cierto modo fue algo positivo porque estaba limitado, ya que solo me sé algunos acordes. Es una buena disciplina porque, sencillamente, tenía que componer dentro de un marco muy limitado. No podía contar con muchos acordes debido a esa limitación, y como resultado compuse una buena canción, creo. Si supiera demasiados acordes de guitarra quizá la habría estropeado.
Esto me ha recordado lo que les pasa a menudo a los poetas, que escriben mucho mejor de jóvenes, cuando no dominan tanto el lenguaje, que de mayores, cuando se supone que tienen más conocimientos y lecturas. De joven el poema te surge de una vez y caminas ciego hasta el verso final, sin fijarte demasiado en el proceso, con lo que la composición te queda muy compacta y el ritmo muy logrado, como queda todo lo que ha surgido de un mismo fuego. Al poeta maduro, en cambio, le cuesta avanzar en el poema porque sabe demasiado, es como un monstruo de cien cabezas al que enseguida se le ocurren muchos versos posibles que conspiran los unos contra los otros y arruinan el ritmo y la composición. En los demás géneros literarios el conocimiento siempre es una ventaja, pero no así en la poesía, donde solo es importante hasta cierto punto.