miércoles, 7 de febrero de 2024


DICE MERCURY en el mismo libro:
Mis canciones son como maquinillas de afeitar Bic; son para entretenerse, para el consumo moderno. La gente puede deshacerse de ellas después como pañuelos usados. Pueden escuchar una canción, gustarles, deshacerse de ella y luego pasar a la siguiente. Pop desechable.
Este síndrome lo conozco: es el síndrome del artista que se vuelve enemigo de sí mismo, propio de algunos creadores de carácter y personalidad variables, como Lope de Vega, que escribió aquello de “porque, como las paga el vulgo, es justo / hablarle en necio para darle gusto”, echando mierda sobre su propio teatro, o Pablo Neruda, que arremetió contra su “Residencia en la tierra”, que es su mejor libro, y hasta prohibió durante unos años que lo reeditaran. Tanto Lope como Neruda como Mercury eran seres muy vulnerables a la envidia y a la crítica: a Lope lo fustigaban porque se cargó el teatro aristotélico, a Neruda porque en Residencia se había abandonado al “escapismo individualista”, y a Mercury porque no escribía canciones con mensaje político o crítico en plena efervescencia del punk. Los tres, como creadores muy fértiles que pueden hacer una cosa y la contraria, no saben afincarse en una opinión y mantener el respeto por sí mismos, por lo que llegan hasta a hacer de trolls de sus propias obras. Dice también Mercury muchas veces a lo largo del libro que solo canta “por dinero” y que la música es un “negocio”, pero luego resulta que está obsesionado con los criterios artísticos y con escribir canciones distintas a las que han obtenido éxito: “El público me pide otra Bohemian Rhapsody, pero eso es justo lo que jamás le voy a dar”.