LO MAL que escribo. Es la consecuencia de haberme pasado casi un año haciendo centellas: mi mente ha sido secuestrada por el molde más pequeño. Trato de escribir en largo, pero mi cerebro no se deja. Es la última vez que invierto tanto tiempo en escribir aforismos (me he pasado diez meses metiendo 16 horas al día, desde las 17:00 en que me levantaba hasta las 9:00 del día siguiente en que volvía a la cama), porque mi cerebro se cierra, se enamora de la facilidad de este género, y además son mejores los aforismos que te surgen, que te vienen de forma natural como postre o corona de tus pensares, que aquellos que fuiste a buscar adrede, como tigres de zoo o rosas de invernadero.