EL AUTOR con tendencias moralizantes (una misma) est谩 condenado a escribir poemas, aforismos, ensayos o diarios si no quiere malograr su obra, pues toda ficci贸n que emprenda va a quedar arruinada por su necesidad de dirigir, su inevitable tendencia a obligar a los personajes a que hagan o digan eso. Alg煤n moralista que otro consigui贸 escribir buenas obras de ficci贸n, pero los que no eran moralistas las escribieron mucho mejores. Si examinas obras con mensaje como C谩ndido, de Voltaire, Tar谩s Bulba, de Gogol, Rebeli贸n en la granja, de Orwell, y las comparas con Bartleby, el escribiente, de Melville, El extranjero, de Camus, o El proceso, de Kafka, te das cuenta de que en las primeras se nota demasiado el andamio, sus personajes corresponden a unos arquetipos dispuestos para que encajen en el mensaje final; en las segundas, en cambio, los personajes disfrutan de libertad y el 煤nico mensaje final que nos dejan es el de la complejidad e incertidumbre de esta existencia. Mientras las primeras son alegor铆as de la vida, las segundas son la vida misma, refractaria a meterse en cajas.