miércoles, 7 de junio de 2023


NO ES que me vea incapaz de dar un taller de poesía, sino que pienso que no tengo derecho a darlo porque sería engañar a los alumnos. Lo único que puede enseñar un poeta a otro son artesanías, meras máscaras, y desde que las vanguardias tiraron abajo el edificio silábico-acentual de la poesía antigua, hasta el aprendizaje de artesanías es cuestionable: las propias herramientas se las tiene que fabricar uno. En el libro Conversaciones con Eduardo Chillida, el célebre escultor dice algo con lo que concuerdo punto por punto:
Yo lo que noto cada vez más es que lo que tengo que hacer es lo que no he hecho. Es una contradicción aparente, porque el mundo en general piensa lo contrario. La prueba es que hay escuelas de arte y yo creo que el arte no se puede enseñar, se puede enseñar poquísimo, cosas elementales que no tienen ninguna importancia. Todo lo que uno no descubra por sí mismo, no le vale para nada, sino para hacer la obra que ya estaba hecha, la que habían hecho los que descubrieron aquello. Es algo que hay que hacer desde nosotros, desde el presente, que no tiene dimensión, pero que tiene lugar, y eso es uno de los grandes misterios. Desde ese punto, toda la visión tiene que ser hacia delante, no puede ser hacia atrás: hay que hacer lo que no se sabe hacer.