Antes estaba tan obsesionado por que mis frases no coincidieran con las de otros, que hasta las subía entrecomilladas a Google antes de pintarlas en los cubos, pero a medida que he ido leyendo a los grandes aforistas universales me he dado cuenta de que es una preocupación exagerada: la mayoría de aforistas tienen frases casi iguales a las de otros e importa bien poco, porque donde se examina el hacedor de frases es en el conjunto, en la panorámica, en el diagnóstico que ofrece de la sociedad o en su filosofía vital de alcance. El aforista se puede contradecir y la contradicción forma parte de su trabajo, pero mal aforista será si su trabajo consta solo de contradicciones, si es como aquel arquero famoso, de puntería tan desastrosa, con el que Sócrates solo se sentía seguro colocándose en el centro de la diana.
Aunque sigo en mi época semeocurrista del aforismo y sigo lanzando mi flecha hacia cualquier parte, voy viendo poco a poco hacia dónde tiene que ir mi aforismo de alcance, el panorámico: tengo que escribir un aforismo que sea la alternativa y denuncia del aforismo neoliberal que llena los libros de autoayuda de hoy. El aforismo neoliberal invita a trabajar, a tener autoestima, a levantarse después de caer, a ser sólido, a decir la verdad, a marcarte metas, a cumplir tu palabra, a tener disciplina, a madrugar, a ser líder, a ser decidido, a tener tesón, a fortalecer la voluntad. Es un aforismo para crear seres cuadrados y cyborgs de competición que no desperdicien ni una gota de energía en nada que no sea un objetivo previamente fijado. El aforismo más terrible que he leído en esta línea, ya no recuerdo a qué gurú, es este:
El 90% del pensamiento interior es perjudicial.
Digo terrible porque, en el intento contra natura de convertir a personas de carne y hueso en napoleoncitos mentales, ese aforismo neoliberal dice la verdad: que el pensamiento interior te hace más complejo pero te lleva muchas veces a la duda y a la inseguridad y a la multiplicidad estéril, mientras que la carencia de él te vuelve más simple y te lleva a la acción por la acción, a la actividad recta, centrada y ganadora, sin estorbos ni escrúpulos de ningún tipo.
Frente a este aforismo neoliberal, el aforismo neorrabioso tiene que ir creciendo en favor de los vagos, de los desastres, de los que no soportan las ocho horas laborales, de los que son incapaces de orden y disciplina, de los que ya se han dado cuenta de que quedarse en el suelo es la mejor manera de no volverse a caer. Debe ser un aforismo contra la cohesión y la identidad, un aforismo que se dirija a un público que ni siquiera desea realizarse, por lo que tiene la realización de conclusión, de fin del viaje. El aforismo neorrabioso dice: Bienaventurados los seres sin voluntad, porque nunca incendiarán Persépolis ni destruirán Tenochtitlán. Bienaventurados los perros ladradores, porque nunca serán mordedores. Bienaventurados los enanos, porque nunca harán sombra a otros. Bienaventurados los sin fruto, porque nunca tendrán gusano. Es un aforismo que no debería ser agresivo con el aforismo dominante/neoliberal sino que trataría de boicotearlo con humor, en el plan de: “Bueno, sí, a mí también me gustaría ser Chuck Norris, pero es que dar puñetazos me estropea las uñas. Bueno, sí, a mí también me gustaría ser Margaret Thatcher, pero es que jugar con mis gatos me parece más excitante que la Guerra de las Malvinas”.