jueves, 4 de mayo de 2023


LAS FLORES han sido tan explotadas durante la historia de la poesía como metáforas de lo puro, lo bello y lo casto, que si escribes ahora la mera palabra “rosa” el poema se vuelve cursi en el acto. La única forma de salvar a las flores como ingredientes líricos es rodearlas de un elemento duro o a menudo dos, se me ocurren ahora estos tres ejemplos: 
Sangre, rosas y cocaína
Una petunia en la silla eléctrica
El naufragio de los claveles asesinos
No se sale indemne de quinientos años de Garcilaso, Bécquer y Juan Ramón Jiménez: el 90% de la poesía que nos han inoculado en la escuela es pura pamplina cursilinda, no se puede leer. Pero las rosas no son las responsables, ojo, y es hora de reivindicarlas: salvemos a las flores de los poetas, ellas no tienen la culpa.