SI REALMENTE no soy yo el que crea lenguaje, porque el lenguaje es un fluir de la savia de los siglos y una colmena en la que trabajaron millones de antepasados, un formidable bloque de granito a cuyo lado mi herramienta para modificarlo es un mero palillo de dientes, ¿por qué toda esta vanidad?
Si realmente no puedo ser original, porque a cada prosa me influyen los libros que he leído, y a cada verso que intento me acuden raudos desde Homero a Kavafis, que ríen sonoros cada vez que presumo de inventar algo, pues ellos ya saben que toda escritura es palimpsesto, ¿por qué todo este ego?
Si realmente no escribo yo, porque los mejores textos que he escrito fueron en condiciones de poseído, como si fuera un fantasma el que empujaba mi mano o un demonio el que me dictaba las palabras, de forma que yo mismo me asustaba de las teclas que iba pulsando, ¿por qué toda esta tontería?
¿Por qué esta tontería que no cede, por qué este ego que resiste, por qué esta vanidad sorda a mis sermones?