CÓMO EVITAR la palabrería en la escritura. Seguramente lo mejor sería escribir solo de lo que sabes, pero ese ejercicio cobarde te mete en la rueda del hamster: no puede mejorar el piloto que hace siempre la misma travesía. El mismo lenguaje lo aprendemos porque nos atrevemos a equivocarnos: el niño casi siempre pronuncia mal las primeras veces y gracias a esos errores se abre a futuras conquistas. La primera vez que escribimos dalia u hortensia quizá no sabemos con propiedad la diferencia que guardan con petunia o azalea, pero el escritor incipiente debe usar constantemente palabras nuevas para ganarlas al futuro, pues ya aprenderá mientras tanto sus matices. ¿Podría ser una solución no publicar hasta que uno esté seguro de la calidad? Aquí también nos encontramos con problemas, porque se escribe a temperatura y ese calor nos quita perspectiva: a menudo creemos que lo malo es bueno y lo bueno maravilloso. Pero, en el caso de que seamos prudentes, tampoco sabemos cuál es el tiempo adecuado para guardar el manuscrito en el cajón: ¿esperamos tres semanas como aconsejan los anglosajones o esperamos trece años como aconsejaba Horacio? ¿O hacemos como los godos, que solo tomaban una decisión importante cuando pensaban lo mismo serenos que borrachos? Por otra parte, ¿cuál es el tiempo adecuado que debemos tardar en escribir una obra? ¿Los treinta días que tardó Dostoyevski en escribir El jugador, los dos meses que tardó Nietzsche en escribir su Zaratustra, los diez años que tardó Neruda en escribir Residencia en la tierra o los doce que invirtió Rilke en sus Elegías de Duino? Otro camino es el de Carpentier, que sostenía que el trabajo más grande lo dedicaba a la reflexión y recopilación de materiales y el resto, la redacción definitiva, le salía siempre con una celeridad sin conflicto. Tendríamos por tanto que dar vueltas por la plaza 2 de mayo, como los peripatéticos, muy atareados en disciplinar la mente y los sentidos hacia el objetivo adecuado, y no sentarnos ante el portátil hasta no tener muy masticado y rumiado lo que vamos a escribir. Sin embargo, este sistema a mí no me da resultado porque no tengo temperamento carpenteriano y cada vez que me pongo a escribir se me acumulan nuevas ideas y sentimientos. Lo último que se me ocurre trollea mis planes anteriores y nunca consigo que la escritura se me esté quieta ⇒siempre me está escrisintiendo ⇒siempre me está escripensando.